El
otro día observé cómo un joven portero se iba a la deriva del partido. Esto
sucede frecuentemente y sin darnos cuenta. Conductas tan importantes como un
saque de puerta pueden verse afectadas si como portero no controlas tus
emociones.
Un elevado nivel de activación en estas conductas puede determinar
físicamente la potencia o la dirección en el golpeo. El rendimiento en esta
acción en concreto es inversamente proporcional al grado de estrés o ansiedad
de esa situación. Esta ansiedad o estrés puede haberse generado en la jugada
inmediatamente anterior al lanzamiento, como puede ser un choque con el
atacante o incluso por no haber trabajado el nivel de activación y la
predisposición de actitudes previamente al partido.
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Normalmente este aspecto
psicológico se trabaja en los momentos del calentamiento y el vestuario, si es
que se ha entrenado al portero para que sepa trabajarlo. Hay una frase de Luis
LLopis que me encanta “Tenemos que ser justos con el portero, no se le puede
pedir que haga cosas que no ha entrenado”.
Esta frase es totalmente cierta,
tanto para el aspecto físico, táctico, técnico y también psicológico. No puedes
esperar que un portero controle su nivel de activación para mejorar un saque,
su actitud hacia el partido, sus mensajes internos, su comunicación con la
defensa, su liderazgo en el campo o el vestuario… no puedes esperar que
mantenga la concentración durante todo el encuentro, o que vuelva a meterse en
el partido manteniendo el mismo rendimiento después de cometer un fallo o
recibir un gol, si no lo has dotado de herramientas o técnicas para entrenar
estas situaciones.
Ningún
preparador o escuela de porteros podrá llegar a la Excelencia o tan siquiera
ofrecer un servicio de calidad a sus alumnos, si no trabajan el plano
psicológico. Todos sabemos que ser portero es algo muy especial, pero no todos
gozan de las características personales para llegar a ser un portero de primer
nivel. Algunos ya vienen con esas habilidades aprendidas, pero la inmensa mayoría
debe entrenarlas.
Lo
peor en muchos casos, es que es el propio chico el que se culpa por no tener
“madera de portero”, cuando en realidad es una carencia en su formación. Los
padres de jóvenes porteros que están leyendo esto sabrán de lo que hablo. No es
justo, mucho menos para un niño o adolescente, dejar que asuman el 100% de la
responsabilidad de los errores si ni siquiera lo has fortalecido con
herramientas para que afronte determinadas situaciones o al menos para que sepa
valorar sanamente su rendimiento. Igual de desaconsejable es enseñar al chico a
que atribuya la causa de los errores a factores externos, como si no tuviera
nada que ver con él.
El
efecto de los errores, los fallos o las malas actuaciones tras un partido puede
tener un impacto emocional mucho más potente en aquellos casos en los que el
joven portero vincula fuertemente la percepción de su rendimiento deportivo a
su propia autoestima, más aún los
porteros que más horas y esfuerzo le dedican a su preparación.
La
causa del abandono o desmotivación de muchos jóvenes porteros es precisamente
esto, nadie les ha ensañado a interpretar su rendimiento de una forma
mentalmente saludable, “encajar un gol o mantener la portería a 0 no te dice
nada de tu rendimiento”.