viernes, 12 de febrero de 2016

¿Entrenas mentalmente a tus porteros?

El otro día observé cómo un joven portero se iba a la deriva del partido. Esto sucede frecuentemente y sin darnos cuenta. Conductas tan importantes como un saque de puerta pueden verse afectadas si como portero no controlas tus emociones. 

Un elevado nivel de activación en estas conductas puede determinar físicamente la potencia o la dirección en el golpeo. El rendimiento en esta acción en concreto es inversamente proporcional al grado de estrés o ansiedad de esa situación. Esta ansiedad o estrés puede haberse generado en la jugada inmediatamente anterior al lanzamiento, como puede ser un choque con el atacante o incluso por no haber trabajado el nivel de activación y la predisposición de actitudes previamente al partido.

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Normalmente este aspecto psicológico se trabaja en los momentos del calentamiento y el vestuario, si es que se ha entrenado al portero para que sepa trabajarlo. Hay una frase de Luis LLopis que me encanta “Tenemos que ser justos con el portero, no se le puede pedir que haga cosas que no ha entrenado”. 

Esta frase es totalmente cierta, tanto para el aspecto físico, táctico, técnico y también psicológico. No puedes esperar que un portero controle su nivel de activación para mejorar un saque, su actitud hacia el partido, sus mensajes internos, su comunicación con la defensa, su liderazgo en el campo o el vestuario… no puedes esperar que mantenga la concentración durante todo el encuentro, o que vuelva a meterse en el partido manteniendo el mismo rendimiento después de cometer un fallo o recibir un gol, si no lo has dotado de herramientas o técnicas para entrenar estas situaciones.

Ningún preparador o escuela de porteros podrá llegar a la Excelencia o tan siquiera ofrecer un servicio de calidad a sus alumnos, si no trabajan el plano psicológico. Todos sabemos que ser portero es algo muy especial, pero no todos gozan de las características personales para llegar a ser un portero de primer nivel. Algunos ya vienen con esas habilidades aprendidas, pero la inmensa mayoría debe entrenarlas.

Lo peor en muchos casos, es que es el propio chico el que se culpa por no tener “madera de portero”, cuando en realidad es una carencia en su formación. Los padres de jóvenes porteros que están leyendo esto sabrán de lo que hablo. No es justo, mucho menos para un niño o adolescente, dejar que asuman el 100% de la responsabilidad de los errores si ni siquiera lo has fortalecido con herramientas para que afronte determinadas situaciones o al menos para que sepa valorar sanamente su rendimiento. Igual de desaconsejable es enseñar al chico a que atribuya la causa de los errores a factores externos, como si no tuviera nada que ver con él.

El efecto de los errores, los fallos o las malas actuaciones tras un partido puede tener un impacto emocional mucho más potente en aquellos casos en los que el joven portero vincula fuertemente la percepción de su rendimiento deportivo a su propia autoestima, más aún los  porteros que más horas y esfuerzo le dedican a su preparación.


La causa del abandono o desmotivación de muchos jóvenes porteros es precisamente esto, nadie les ha ensañado a interpretar su rendimiento de una forma mentalmente saludable, “encajar un gol o mantener la portería a 0 no te dice nada de tu rendimiento”.

viernes, 29 de enero de 2016

El papel del psicólogo en un club.

Se ha hablado y mucho acerca de cuál es el papel de los padres en el deporte base, y también sobre la importancia de las habilidades psicológicas de los entrenadores para desempeñar su trabajo. También se ha escrito sobre la trascendencia en el plano social y deportivo de las habilidades directivas de los dirigentes de un club, o lo esencial que resulta cuidar la marca y la identidad de una escuela deportiva si quiere seguir creciendo. Pero ¿qué hay del psicólogo? ¿cómo sabe el club que está desempeñando correctamente sus funciones? ¿qué debe aportar? ¿cómo es su trabajo?


Actualmente la figura del psicólogo del deporte es muy valorada entre los clubes y escuelas deportivas. Esto es más evidente en algunos deportes que en otros, si bien en todos los ámbitos, por unas u otras razones, se ve con buenos ojos su incorporación al club o al cuerpo técnico. Pero, la llegada del psicólogo generalmente puede venir acompañada también de desconocimiento, expectativas no del todo acertadas, o reticencias a la hora de trabajar conjuntamente. 

Esto a veces se aprecia cuando un entrenador se da cuenta que el psicólogo no viene para dar charlas “motivadoras” a los chavales, sino que además “pretende” trabajar con ellos en el campo o la pista durante los entrenamientos.

Algunos entrenadores, sobretodo los menos familiarizados con el tema, incluso podría decirse que sienten cierta sensación de extrañeza, “mis chicos ni están desmotivados ni les pasa nada malo, de hecho vamos arriba en la tabla”, otros no están habituados a trabajar conjuntamente, y a otros les puede costar trabajo ceder tiempo de su sesión de entrenamiento, perfectamente planificada, a una actividad a la que no le ve sus beneficios. Esta actitud al principio, si es que se da,  es de lo más normal, pero hay que tener ciertas cuestiones presentes.

El psicólogo no es ni será nunca la referencia para ningún club o escuela deportiva. El fútbol, el baloncesto, el tenis, el atletismo… llevan años, incluso siglos, sin psicólogos, nunca nos han necesitado, por tanto, el psicólogo que llega a un club debe hacer ver a los entrenadores que sólo es una “herramienta aconsejable” para ellos, ni más pero tampoco menos.

Lo primero que hace un psicólogo no es actuar, ni siquiera intentar dar soluciones a las primeras demandas planteadas por los entrenadores. Los psicólogos y los entrenadores hablamos idiomas diferentes. Lo que para el entrenador puede ser un problema de concentración en un jugador o deportista, puede ser desmotivación o incluso estrés. Entonces, puedes ir a tiro hecho y trabajar la concentración con ese jugador, pero ese trabajo no servirá de nada, porque la base de su bajo rendimiento radica en otro aspecto psicológico.

En este sentido, el segundo objetivo que tiene el psicólogo cuando aterriza en un club es establecer puentes de unión con los entrenadores y concretar las demandas de trabajo, para posteriormente ratificarlas, por ejemplo mediante la observación del deportista o del equipo.

Estos puntos en común o puentes de unión con los entrenadores deben establecerse durante los entrenamientos y en competición. Como psicólogo, es muy recomendable que pases horas con los entrenadores, los jugadores y el resto del cuerpo técnico, con la intención de “traducir” y concretar los objetivos a trabajar y en su caso proponer al entrenador añadir nuevos objetivos psicológicos que hayas observado. Es posible que al principio, el psicólogo se pase semanas sin realizar una intervención. Este período es el más importante.

El psicólogo debe estar disponible, debe ser fácil acceder a él, incluso debe ser gratificante para el entrenador, el jugador o el padre el mero hecho de contactar con él. Tratar con el psicólogo debe resultar una experiencia positiva y agradable. Esto es más importante aún en el trabajo con padres y madres.

Trabajar con los padres es una de mis experiencias más satisfactorias. Muchos padres están completamente desinformados, literalmente “nadie nos ha dicho qué es lo que tenemos que hacer”,  otros muchos suelen leer en las redes sociales los infinitos artículos que escribimos “sobre lo mal que se portan en el campo” o sobre qué es lo que deben hacer exactamente.

Existe una premisa básica para una comunicación eficaz. Si quieres que tu oyente o público esté receptivo a tu crítica, primero procura “abrir sus oídos”. Las críticas y mensajes negativos provocan el efecto contrario, a nadie le gusta que le digan lo mal que hace algo.

Luego está el segundo paso, el cambio de actitudes y conductas, sentir la experiencia de realizar algo positivamente o de la manera correcta, sus beneficios. A menudo modificamos nuestra conducta sólo a través de nuestras experiencias, las palabras y los consejos, por mucho bombardeo que hagas, toda esa información suele caer en saco roto si no va acompañado de algo más. 

Sólo a través de la práctica, los ejemplos y la experiencia, bien la propia o la observada en otra persona cercana, cambiamos nuestras actitudes y conductas.


En definitiva, el psicólogo del club estará a disposición de entrenadores, deportistas, padres y directivos, y su oferta será tan amplia como las demandas sobre las variables sociales, psicológicas y educativas que se les quiera plantear.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Las 5 tips del equipo ganador.

TRABAJAR DURO: Es increíble la cantidad y calidad de los errores que se pueden ver durante un entrenamiento. Para que cundan los entrenos tus deportistas deben emplearse a fondo. Lo que no se exige en los entrenamientos no se puede exigir luego en el partido. De ahí que muchos entrenadores opten por convocar a sus jugadores en función no sólo de su grado de esfuerzo durante los entrenamientos sino también de otros aspectos indicativos de su compromiso, como la puntualidad, la disciplina o el compañerismo. Si sacas a jugar a los que no corren en los entrenos, le faltas al respeto a los que dejas en el banquillo.

MOTIVARSE A SÍ MISMO: Si motivas a tu equipo en función de los goles o el resultado, cuando es favorable, ¿cómo le subes la moral cuando van perdiendo? ¿tiene tu equipo control sobre sí mismo? ¿o va a la deriva de los resultados? Siempre existen factores positivos a destacar relacionados con el buen rendimiento, como “nunca antes habíamos tenido un inicio con un ritmo tan bueno…”, “nunca antes nos habíamos ido al vestuario con un empate jugando fuera de casa”… Es recomendable centrar la atención en lo positivo del equipo, y evitar frases del tipo “si hubiéramos hecho esto…”,  “si hubiera jugado Pablito…”, “si no hubiéramos cometido tal error…” lamentarse no te ayudará a enfocar tu atención en las posibles soluciones.


TOMAR RIESGOS: El equipo que no asume riesgos es por miedo a fallar, miedo a sentirse ridículo, o a ser criticado. Para que un equipo se arriesgue se necesitan dos cosas: buena confianza o cohesión entre el grupo y saber que en el caso de equivocarse tendrá apoyo en lugar de críticas.


ASUMIR ERRORES: Reconocer tus propios errores es el mejor indicador de tu autoestima. Un equipo que no asume sus errores, no podrá mejorar sus puntos débiles pero tampoco darán valor a sus puntos fuertes. Si al finalizar el partido, criticas los errores de tus jugadores, ellos necesitarán subir su autoestima no reconociéndolos. Cada trabajo tiene su momento.


CONTAR CON APOYO: Si como entrenador te crees autosuficiente, tus jugadores considerarán esa actitud como una cualidad. Esto puede serlo en otros aspectos de la vida, pero no en un deporte de equipo. El trabajo colectivo requiere reducir las individualidades, tanto a nivel táctico como a nivel mental. Especialmente en el deporte base, el compañerismo y la cohesión diferenciarán al buen equipo del equipo ganador, el que siempre estará arriba.



lunes, 2 de noviembre de 2015

Lo más importante es divertirse... pero si ganamos mejor.

Si le preguntas a un entrenador de deporte de iniciación “¿Qué es lo más importante de cara al próximo partido o competición? Posiblemente te conteste que lo más importante en esas edades sea divertirse y aprender, y muchos añadirán  “pero si además ganamos mejor”.


Cada vez la psicología está más presente en el deporte, y todos de alguna manera u otra conocemos que además de la comunicación verbal también usamos un lenguaje no verbal. Este lenguaje no verbal es mucho más difícil de poder controlar, y está muy vinculado a nuestros pensamientos, sentimientos y actitudes más arraigadas. Los mensajes no verbales transmiten mucha más fuerza que los verbales, van directos a lo más profundo de nuestro ser, posiblemente porque son más viscerales,  reflejan nuestro auténtico estado interno  y no requiere en el receptor el procesamiento cognitivo que necesita el lenguaje verbal.

¿Qué pasaría si le preguntas a tus chicos: qué es lo más importante de cara al próximo partido? ¿crees que te responderán aprender más y pasárnoslo bien?  ¿o dirán ganar, marcar un gol, que no me marquen? ¿por qué ocurre esto entonces?

Posiblemente tenga que ver con nuestra actitud competitiva como adultos. Podemos ser plenamente conscientes que lo más importante en el deporte base es formarse, divertirse, socializarse, mejorar habilidades psicomotrices, desarrollar una personalidad o un carácter equilibrado, adquirir valores. Pero sabemos que esto no es suficiente, porque los chicos siguen imitando el modelo adulto de competición. Se les transmite a través del lenguaje más fuerte y contundente, el no verbal. 

Un buen consejo para tener plena consciencia de lo que realmente trasladamos a nuestros jugadores o deportistas es auto-observarnos, prueba grabarte en video. Es una de las metodologías que seguimos en nuestra consulta, y es muy eficaz para mejorar nuestras habilidades como entrenador. Fíjate no sólo en el contenido de lo que dices sino en cómo lo dices, cómo reaccionas ante los fallos o el resultado, los goles, los puntos, el ganar o el perder… levantar las manos, dar pitidos, aplausos, gestos de aprobación levantando el pulgar, llevarte las manos a la cabeza, dar saltos, cruzarte de brazos, encoger los hombros…

Una de las razones para reaccionar así es la falta de formación que tienen los entrenadores en materia de enseñanza y aprendizaje. El entrenador puede estar formado y capacitado para entrenar, pero entrenar a niños es otro cosa, requiere un plus. Generalmente se copia o adapta la metodología que se usa para entrenar a los adultos, que conlleva trabajar con el mismo tipo de objetivos, los de resultados. Los objetivos de resultados están indicados sólo a partir de la categoría cadete y en un bajo porcentaje, pongamos que podrían ocupar el 25% del total de los objetivos de la temporada, siendo el 75% los correspondientes a objetivos de realización o formativos.

Se puede apreciar el impacto de esta metodología en los niños. Pueden comportarse con más permisividad o habituación ante el juego duro, les dan menos importancia a la diversión antes o después del partido, les dan más importancia a ganar, marcar un gol, o no encajarlo en caso de ser portero… piensan mucho los días antes del partido, pueden tener miedo o preocupación de no hacerlo lo bastante bien, se ponen nerviosos o inquietos antes del partido, si les pides que se acuerden de un momento determinado de la competición, es muy probable que evoquen una situación o experiencia negativa o no satisfactoria.

Esto en los porteros es especialmente importante. El portero puede aprender a enfocar el juego como cooperativo o como rivalidad. La cooperación es la energía que se orienta hacia el perfeccionamiento de la ejecución de la conducta o tarea, y nos enriquece a todos. Mientras que la rivalidad, mal entendida, hace que centres tu atención en el ego, en ti mismo, en ser el mejor. ¿los porteros que entrenan en un mismo equipo lo hacen desde la cooperación o desde la rivalidad? Si tienes un enfoque orientado a la rivalidad te frustrarás con facilidad por no cumplir tus erróneas expectativas.

¿Qué ocurre cuando recibes un gol o cometes un error? Los porteros pueden disponer de largas pausas las cuales te pueden machacar mentalmente si no las sabes manejar. Si tienes un enfoque centrado en el ego tendrás pensamientos negativos y distractores. Te acompañarán malas sensaciones que incluso pueden somatizarse en agarrotamientos, excesivo nivel de activación o incluso provocar lesiones.

Si trabajas un enfoque externo, centrado en la tarea, en qué es lo siguiente que debes hacer, en cómo están anímicamente tus compañeros, qué correcciones o instrucciones debes darle a tu defensa, no entrarás en ese círculo y estarás metido en el partido.

En definitiva, es una cuestión de entrenamiento psicológico, pero tiene su base en las actitudes y valores que entrenadores y padres transmitimos de forma implícita en el día a día.



viernes, 2 de octubre de 2015

¿Jóvenes de alto rendimiento?

Bien es cierto que el deporte base o de iniciación tiene la finalidad de promocionar el desarrollo integral de niños y adolescentes a través de la diversión y el juego, sin embargo también lo es el hecho de que a partir de cierta edad el joven deportista empieza a vincular la satisfacción de la práctica deportiva con el rendimiento percibido.

Fuente: www.youtube.com

¿Qué es el rendimiento percibido? Existen muchas causas por las que los jóvenes suelen abandonar el deporte de competición. La mayoría de las veces la desmotivación está relacionada con el estilo de comunicación del entrenador, con la presión que pueden ejercer ciertos padres o madres, o con el bajo rendimiento percibido por parte del propio deportista. De ahí la importancia que tiene también en el aspecto psicológico, que el entrenador lleve un registro de rendimiento para cada deportista, tanto en los entrenos como en competición, mediante el cual ofrezca un feedback objetivo y sistemático del rendimiento.

Es frecuente que los deportistas, y más aún los jóvenes y adolescentes a partir de los 12 ó 13 años, realicen juicios y valoraciones distorsionadas o poco realistas sobre su propia actuación en la competición. Tanto si es por exceso como por defecto, estas valoraciones sobre uno mismo acaban desmotivando al deportista. En el primero de los casos puede que el deportista se plantee expectativas poco alcanzables o muy elevadas, con lo cual se frustrará constantemente por no lograr sus objetivos, “no se permiten fallar”. Por el contrario, si el deportista se infravalora su foco de atención durante la competición se reducirá a los errores que comete, y no será consciente de sus buenas actuaciones o no las valorará lo suficiente, lo que le generará inseguridad y falta de confianza en sí mismo.

La ansiedad o estrés en una competición suele ser consecuencia de la propia percepción que tiene el deportista de no estar preparado o no confiar en su propio rendimiento, de otro modo el deportista percibirá su nivel de activación como fuerza motivadora positiva para la competición, y no como un estresor.

La insatisfacción o frustración que generan los pensamientos o creencias negativas sobre el propio rendimiento, el elevado coste personal que suponen los entrenamientos y la existencia de otras alternativas que van surgiendo más atractivas para los adolescentes para ocupar su tiempo a esas edades acaban con lo que podría haber sido una promesa deportiva o una carrera profesional en el mundo del deporte. Todos tenemos la experiencia de conocer chicos y chicas con talento que nunca llegaron a explotarlo.

¿Por qué un deportista puede desarrollar “miedo a fallar”? ¿a fallarle a quién? ¿tiene que ver con las expectativas de padres, madres o entrenadores? ¿cómo influyen las expectativas en la motivación que se le da al deportista? Existen conductas deportivas “inhibidas o bloqueadas” porque se han asociado a consecuencias negativas.  Se cree que se obtienen resultados positivos e inmediatos con las pequeñas broncas, esto es un error muy común. Las broncas, por llamar de alguna manera a la típica reacción negativa que podemos tener cuando se da una situación no deseada, dan resultado inmediato sobre aquellas conductas relacionadas con el esfuerzo físico y cuando lo que se quiere es elevar el nivel de activación del deportista o su motivación. En cualquier caso deben emplearse muy dosificadamente para no correr el riesgo de que el deportista se habitúe y así no tener que recurrir a una gran bronca, cada vez mayor, con lo que ya no tendría el efecto deseado.

Pero las broncas nunca tienen un efecto positivo sobre conductas que requieren atención y concentración por su precisión, como los tiros libres, un penalti, un servicio, o porque estén en proceso de aprendizaje por lo que el alumno necesita prestar atención consciente a sus movimientos por no estar aún automatizados. El tales casos la bronca, o el gesto o mirada de desaprobación suele provocar “miedo a fallar” o lo que es lo mismo “miedo a la bronca”, debido a que el deportista puede experimentar un elevado nivel de activación que dificulta la concentración, aumentando las probabilidades de error o fallo, y asociando la conducta a un doble castigo, el fallo y la percepción de desaprobación. Lo que ocurre posteriormente es que el deportista se sobreactiva negativamente de manera anticipada sólo de pensar que debe realizar la conducta.

El resultado es la inhibición o bloqueo mental, inseguridad, ansiedad y mala ejecución. Se entiende que son factores de suficiente peso como para explicar en algunos casos lo que inexplicablemente ocurre cuando “entrena bien pero luego rinde por debajo de sus posibilidades”.


¿Cuidamos nuestras expectativas hacia los resultados? ¿Cómo puede influir en la autoestima? En el deporte se premian los resultados de manera natural, si marcas un gol, anotas un punto, metes una canasta, si ganas una competición, un partido… eso ya lleva su premio para el deportista, entonces ¿corremos riesgos cuando sobrevaloramos el resultado? ¿es sano que la autoestima del deportista fluctúe positiva o negativamente en función de los resultados? ¿cómo puedo rendir al máximo si a nivel mental me pongo límites? ¿pueden los jóvenes generalizar el éxito o fracaso como deportista al éxito o fracaso como persona? ¿cuántos de vosotros os preparáis mentalmente para una competición a pesar de saber lo importante que es?

jueves, 3 de septiembre de 2015

Padres que suman.

“Míster, mañana no puedo ir porque tengo que estudiar”, “Mi hija dice que se encuentra mal, no podrá ir al partido…”, “¡Mañana castigado sin entrenar!”, ¿qué entendemos cuando oímos “tiene miedo a fallar”?, “entrena bien pero luego no rinde en la pista”, “por más que se lo digo no presta atención”, “se bloquea”, “es muy despistado”, “¡es que no corres!”, “¡el próximo partido lo ganas seguro!”.

Fuente: www.knfutbol.com

Muchos padres y madres de niños y jóvenes deportistas se preguntan alguna vez ¿cómo podrían ayudar a sus hijos a mejorar su rendimiento deportivo? ¿podemos hacer algo? ¿o sólo es cosa del entrenador o del club? Aunque en otras ocasiones es el entrenador quien se pregunta ¿quién es el entrenador aquí, los padres o yo?

En definitiva, sabemos que este camino tiene muchas curvas, y las pautas educativas que siguen los padres influirán en la trayectoria deportiva de los hijos, mediará positiva o negativamente en determinados momentos claves.

Los padres evidentemente forman un pilar fundamental en la formación deportiva, tanto es así, que ninguna escuela deportiva puede aspirar a crecer si no tiene entre sus objetivos prioritarios conseguir su colaboración, formarlos y asesorarlos para que sus pautas educativas sumen.

¿Qué pasaría si un padre le da a su hijo instrucciones deportivas contradictorias a las de su entrenador? ¿A quién creéis que hará caso el niño? ¿Qué ocurrirá si sigue las instrucciones de su padre? ¿Y si sigue las instrucciones del entrenador, las seguirá con la confianza suficiente para ejercutarlas correctamente? ¿aprenderá de un entrenador que no tiene credibilidad para él? ¿estará motivado en los entrenos?

Otro ejemplo. Pablo está viendo un partido en la tele, de repente su padre salta del sofá agitando los brazos e insultando al árbitro, ¿cómo esperas que reaccione Pablo en su próximo partido si el árbitro le pita “en contra”?  ¿le ayuda este aprendizaje que ha adquirido en casa a su formación deportiva?

Los niños aprenden principalmente por observación, imitando las conductas de los adultos más influyentes para ellos. Si tu hijo comete un error o falla en una competición… y tú le echas la culpa al árbitro, al rival, a otro compañero, al entrenador… interiormente le estás quitando protagonismo, estás atribuyendo la causa de su error a algo externo, a algo que no depende de él, sin querer le estás lanzando ese mensaje. Visto de este modo ¿cómo puedes motivar a un niño a mejorar su rendimiento, a superarse, a aprender de las derrotas, si erróneamente cree que sus fallos no dependen de él?

La sobrevaloración del resultado. Carlos está muy contento porque en el partido de hoy ha marcado un gol, su equipo ha ganado y sus padres lo han felicitado, están muy orgullosos de él, también le han dado la enhorabuena sus primos,  sus amigos y sus abuelos. Han puesto fotos en las redes sociales y para celebrarlo se han ido a cenar a una pizzería. La semana siguiente, Carlos no marca ningún gol. Sus padres le han dicho que no pasa nada, que ha jugado muy bien, y que están seguros que para el próximo partido marcará. Carlos se queda conforme con las palabras de sus padres, pero en su interior algo le dice que tenía que haber marcado un gol. En el siguiente partido Carlos tampoco marca, estaba ansioso por ese gol. A pesar de que sus padres le dicen que ha jugado bien, y que no es para tanto, Carlos se siente decepcionado, está convencido que sus padres esperaban que marcase ¿sobrevaloras el resultado cuando motivas a tu hijo? ¿eres consciente que puedes estar motivando a tu hijo en función de unas expectativas que no están orientadas a la formación?

¿Cómo evitar frases como “mañana no puede ir a entrenar porque tiene que estudiar”? ¿ayudas a tu hijo a planificar la semana? ¿realmente le damos valor a que nuestro hijo practique deporte? ¿y a los entrenamientos? ¿sabes aprovechar las oportunidades que te ofrece el deporte para que tu hijo sea más responsable? ¿le preparas tú la bolsa de entrenamiento? ¿le enseñas a ser puntual? ¿refuerzas los hábitos de descanso antes de las competiciones? ¿crees que enseñando a tu hijo a asumir responsabilidades contribuyes también a su formación deportiva? ¿sabes usar técnicas psicopedagógicas que te ayuden a educar a tu hijo?


El papel de los padres y madres en la práctica deportiva de nuestros hijos no se reduce a acompañarlos a los entrenos, a animarles en los partidos, a apoyarles al terminar la competición, sabemos que es mucho más que eso. 

¿Y tú? ¿Quieres SUMAR?